viernes, 3 de junio de 2011

VIRGEN PASTORA

Son muchas las advocaciones o formas de representar a la Madre de Dios, pero hay una de ellas que es especial por el simbolismo que entraña, pues en ella se plasma uno de los sentimientos más profundos de la cristiandad, que es el de ser María la Madre del Buen Pastor, con todo el significado que ello conlleva. De ahí nace esta tradición de vestir y representar a la Madre como Divina Pastora.
            Los orígenes de la devoción son imprecisos hasta el siglo XVIII. Existen referencias de la Virgen María vestida de pastora en la vida de San Juan de Dios, San Pedro de Alcántara, la venerable María Jesús de Ágreda o Santa María Francisca de las Cinco Llagas.
            Sin embargo, la labor de darla a conocer fue concebida en Sevilla en el año 1703 en la mente de un sacerdote capuchino de gran devoción mariana: fray Isidoro de Sevilla. Este capuchino le encargó un lienzo con tal representación al artista Alonso Miguel de Tovar, de la Escuela pictórica sevillana. La descripción que dio el sacerdote al artista para que realizara la obra es la siguiente: “En el centro y bajo la sombra de un árbol, la Virgen santísima sedente en una peña, irradiando de su rostro divino amor y ternura. La túnica roja, pero cubierto el busto hasta las rodillas, de blanco pellico ceñido a la cintura. Un manto azul, terciado al hombro izquierdo, envolverá el entorno de su cuerpo, y hacia el derecho en las espaldas, llevará el sombrero pastoril y junto a la diestra aparecerá el báculo de su poderío. En la mano izquierda sostendrá al Niño y posará la mano derecha sobre un cordero que se acoge a su regazo. Algunas ovejas rodearán la Virgen, formando su rebaño y todas en sus boquitas llevarán sendas rosas, simbólicas del Ave María con que la veneran...”. El 8 de septiembre de 1703, durante la fiesta de La Natividad de la Virgen, se realiza la primera procesión donde es mostrado el lienzo a la feligresía.
            Posteriormente, Francisco Ruiz Gijón, esculpió la primera imagen tamaño natural de la Divina Pastora. Esta imagen es llevada en su primera procesión en octubre de 1705, con gran solemnidad, hasta la iglesia parroquial de Santa Marina, que para el momento constituía la novena sede de la “Primitiva Hermandad del Rebaño de María”.
            A partir de 1705, se comenzó a propagar por todos los territorios del reino de España y América esta advocación mariana. Un papel importante en esto tuvo el Beato Diego José de Cádiz.

            Pero en nuestro caso, con Nuestra Madre de la Luz, tiene si cabe un valor especial y añadido estos días en que luce tal atuendo pues Ella, en sus orígenes, en lugar de portar las coronas que hoy luce, era tocada su cabeza con una “pamela”, de hecho las gentes mayores del lugar la recuerdan con tal vestidura.
            Hubo años en que se dejó de un lado esta forma de vestir permaneciendo siempre con la citada corona y los mantos, pero gracias a la inquietud de alguien que vela constantemente por las costumbres y tradiciones de nuestro pueblo como es Charo Serrano, se volvió a recuperar esta tradición para darle ese matiz y ese sabor de antaño confeccionando un sombrero pastoril para nuestra Virgen y otro a juego para su Niño. Ambos fueron tejidos como tradicionalmente se hacía, insertando en la cinta decorativa del sombrero una corona de florecillas y, como no, en su parte delantera las pajas conforman un círculo del que se desprenden verticalmente unas cuantas de ellas, simbolizando lo que se conoce en el lenguaje religioso como potencia, símbolo del poder y la realeza del que goza nuestra Madre.
            Posteriormente, y como describe la introducción histórica anterior, se procedió a colocarle el manto y el báculo de pastora, al que, por ser el momento de las labores típicas de la recolección de las cosechas y a modo decorativo, se le añaden cinco espigas de trigo sujetas con cordón trenzado en oro fino, rematando sus extremos por borlas en metal dorado.

            Todo esto se hace con el fin de hacer sentir a la Madre más cercana a sus hijos, desprendiéndose de los atuendos lujosos, como puede ser la corona, y portando otro tipo de enseres más cotidianos y utilizados por el pueblo llano, sin con eso quitar o desprestigiar lo que significan y simbolizan, como anteriormente describíamos.